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Con la incorporación de nuevas métricas que miden salud, ética y sostenibilidad como factores de eficiencia en la producción, la industria enfrenta sus metas de sustentabilidad.
Un enfoque en salud (wellness) parece ganar terreno en la industria manufacturera. Pero no se refiere necesariamente a la salud física de las personas, sino que se trata de una respuesta estructural a nuevos retos en eficiencia operativa, cumplimiento regulatorio y sostenibilidad social.
Más allá de tecnologías y automatización, las empresas están adoptando esquemas de medición que vinculan la salud de los trabajadores, el impacto ambiental y la gobernanza con la rentabilidad del negocio.
La tendencia no se limita a auditorías internas. En sectores industriales críticos, como el automotriz, aeroespacial o electrónico, las métricas de bienestar físico, mental y organizacional se están integrando en los reportes ESG exigidos por los mercados internacionales.
En particular, marcos como los del Global Reporting Initiative (GRI) o la Sustainability Accounting Standards Board (SASB) han servido para traducir esos indicadores en datos concretos, comparables y accionables para la toma de decisiones.
Salud integrada
Desde la trazabilidad de emisiones hasta el análisis de fatiga laboral, el Manufacturing Wellness propone una gestión holística del entorno de producción. En esta lógica, sensores conectados a plataformas digitales permiten monitorear condiciones como el nivel de ruido, la calidad del aire, la humedad o la exposición térmica dentro de las plantas.
Paralelamente, sistemas ergonómicos y análisis de productividad permiten correlacionar pausas activas, rotación de tareas y condiciones de iluminación con indicadores de eficiencia.
Un buen ejemplo es la firma Sandvik Coromant, grupo sueco fabricante de herramientas de corte para la industria metalmecánica, que implementó en 2023 un programa para operar todas sus unidades de herramientas de corte con energía libre de fósiles, lo que redujo su huella de carbono en 75% respecto a 2019.
A esto sumó metas de circularidad superiores al 90% para 2030 y sistemas de bienestar aplicados a su fuerza laboral, bajo marcos de reporte SASB y objetivos climáticos aprobados por la iniciativa Science Based Targets.
Estas medidas son parte de un enfoque que integra sustentabilidad, reducción de riesgos operativos y cumplimiento legal.
Las plataformas de mantenimiento predictivo ahora también incluyen módulos para la salud ocupacional, con análisis de datos que permiten identificar zonas de riesgo, correlacionar ausentismo con condiciones ambientales o anticipar fallos asociados a sobrecarga de trabajo.
Valor ético
El concepto Manufacturing Wellness también redefine los valores intangibles de la organización. Nuevas normativas laborales, como las incluidas en tratados comerciales internacionales, requieren trazabilidad social: demostrar no solo qué se produce, sino cómo se produce.
Empresas proveedoras de cadenas globales ya incorporan reportes sobre prácticas laborales, inclusión, seguridad, diversidad e igualdad salarial.
De hecho, en la industria es creciente el desarrollo de acuerdos de compra que dependen del cumplimiento ético, las prácticas de bienestar organizacional y responsabilidad social pasan de ser diferenciadores opcionales a factores estructurales de competitividad.
En este sentido, los perfiles profesionales dentro de la manufactura también están evolucionando, integrando expertos en salud ocupacional, ética empresarial, monitoreo ambiental y gestión de datos.
La transformación industrial ya no puede definirse solo por velocidad o precisión. El futuro de la manufactura está siendo codificado también en datos de salud, transparencia operativa y gobernanza.
La licencia para operar ya no se sustenta, por tanto, únicamente en la productividad, sino en la capacidad de las empresas para construir procesos sostenibles que incluyan a las personas y respondan al entorno.
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