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EDUCACIÓN Las malas notas académicas apagan a la industria
Las malas notas académicas apagan a la industria

Un estudio que compara la calidad de la educación a nivel global pone al descubierto las limitaciones del mexicano promedio para lograr ser competitivo

Si bien la crisis sanitaria provocada por el coronavirus Covid-19 y la ralentización económica que venía mostrando México desde el año pasado lo ubican en un momento complicado de sortear, gran parte de su verdadera vulnerabilidad radica en el pobre nivel educativo de un amplio sector de su población.

A escasas semanas de haber entrado en vigor el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el cual presumiblemente reactivará a la cadena de valor de la industria entre los tres países, resulta necesario hacer un alto en el camino para analizar porqué en más de 25 años la nación azteca no ha logrado alcanzar un crecimiento similar al de sus vecinos del norte siendo que, aparentemente, desde 1994 compite codo a codo.

Probablemente existan muchas razones que justifiquen el rezago, pero la historia señala que el éxito de las naciones radica en el nivel competitivo que logran desarrollar los miembros que la conforman, a través de la educación que reciben.

En este sentido, el informe más reciente del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA (por las siglas en inglés de Programme for International Student Assessment) ya venía alertando desde hace dos sobre el deterioro en el nivel educativo de los mexicanos que —guste o no— termina por limitar su capacidad competitiva frente a otras naciones.

Débiles en lectura y comunicación
Desde que las pruebas PISA se utilizan como herramientas para medir y comparar la calidad de la educación en los países que participan en ese programa creado y administrado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los informes de resultados siempre han ubicado a México como el país con el más bajo desempeño de sus 36 miembros, e incluso por abajo de muchas naciones de similar desarrollo relativo, de América Latina y del mundo.

Además, los diagnósticos institucionales derivados de esos ejercicios de evaluación que se realizan cada tres años, entre segmentos de las poblaciones de 15 y 16 y de 35 a 44 años, elegidos aleatoriamente, también han sido consistentes en señalar que las fallas de los mexicanos comienzan con un déficit de capacidades en materia de comprensión de lectura, comunicación escrita y oral, gestión, investigación y aprovechamiento de información obtenida en medios digitales.

El Informe PISA 2018 colocó a México en “semáforo amarillo”, toda vez que la calificación promedio de nuestros estudiantes de 15 y 16 años fue de 420 puntos, que posicionaron a México en el lugar 53 de los 79 países evaluados.

El problema que perciben los expertos del PISA, en torno al desempeño de nuestros connacionales, no es solo la brecha de más de 130 puntos que los separa de los participantes de China y Singapur que alcanzaron los promedios más altos, sino el hecho de que el puntaje obtenido en el ejercicio de 2018 fue el más bajo registrado por una representación mexicana en toda la historia del Programa PISA.

Además, el informe subraya que la insuficiencia de capacidades y aptitudes para la lectura y la comunicación afecta también a la población adulta de 35 a 44 años, ya que su puntaje fue exactamente el mismo que el de los jóvenes y ubicó a México en la posición 39 de los 46 países que en el 2018 accedieron a evaluar a estos segmentos de población.

Flacos en ciencias
Como es de esperar, una población que no domina las artes de la lectura y de la comunicación, tampoco logrará un alto rendimiento en sus capacidades para acceder y aprovechar los conocimientos científicos en beneficio de su crecimiento personal, intelectual y finalmente profesional.

Eso explica, precisamente, que el desempeño de nuestros representantes en las áreas de ciencias fuera ligeramente inferior al de las áreas de lectura y comunicación, con un promedio de 419 puntos.

Con este resultado, en las áreas de ciencias los mexicanos se alejan en más de 170 puntos de los mismos punteros asiáticos (China y Singapur), y colocan a nuestro país bajo “semáforo naranja”, en el lugar número 57 del ranking PISA 2018.

Ni de panzazo en matemáticas
El informe PISA 2018 reporta finalmente que las insuficiencias de los participantes mexicanos se acentúan significativamente en las áreas de conocimientos y desarrollo de habilidades lógico-matemáticas, en las que el desempeño promedio alcanzó apenas 409 puntos, el segundo peor registro de nuestro país en la historia del Programa PISA, lo que nos degrada a la condición de “semáforo rojo” y al lugar 61 del ranking relacionado con esas áreas de rendimiento educativo.

Aquí, es importante comentar que la metodología PISA subdivide el desempeño en el área de matemáticas en seis niveles, en los que el sexto es el máximo o de excelencia, mientras que los niveles cinco, cuatro, tres y dos, son considerados de rendimiento superior, y el primero, es el nivel más bajo o inferior.

Bajo esa clasificación, los participantes que obtienen una evaluación igual o mayor al nivel dos, clasifican como personas con rendimiento superior, en la medida en que tienen la capacidad para reconocer directamente, y sin ayuda, cómo diversas situaciones de la vida cotidiana pueden ser representadas matemáticamente.

De acuerdo con el Informe PISA 2018, el 76% de todos los participantes se ubicaron a partir del nivel 2 o superior en matemáticas, en tanto que los resultados por países, muestran que el 97.9% de los representantes de China, 94% de los de Macao, 91.2% de Estonia y 91% de Singapur, alcanzaron el nivel superior; que, en 55 de las 79 representaciones nacionales, más del 50% lograron ese nivel, mientras que en 24 países, —entre ellos México—, más del 50% obtuvieron calificaciones que los ubican en el nivel inferior de habilidades lógico-matemáticas.

Impactantes revelaciones
El objetivo de estas líneas solo ha sido comentar y reflexionar en torno a los resultados promedio del Informe PISA 2018 en sus tres principales grupos de indicadores generales y a nivel de países, de ahí que es obligado mencionar que los contenidos de dicho informe son muy abundantes en indicadores específicos y relativos a los diferentes contextos y niveles socioeconómicos regionales, nacionales y subnacionales de los 79 países que concurrieron a dicho ejercicio evaluatorio.

En el caso de México, la evaluación por grupos y subgrupos de población, regiones y niveles socioeconómicos registró una desviación estándar de entre 20 y 25%, hacia arriba del rendimiento promedio nacional para los participantes que pertenecen a familias con mayor solvencia económica y/o que habitan en las ciudades más relevantes del país; y hacia abajo para aquellos que pertenecen a familias de menores ingresos y que viven en núcleos poblacionales menos favorecidos.

Principales características de PISA:

  • Participan más de 80 países en la prueba.
  • Evalúa las políticas educativas, no a las escuelas, profesores o estudiantes.
  • Monitorea el progreso educativo de cada país evaluado.
  • Evalúa con base en altos controles de calidad, que además son medibles estadísticamente.

 

El mexicano promedio no sabe pensar
¿Qué mensaje o conclusiones nos dejan los resultados del Informe PISA?

El primero es que nuestros sistemas educativos, y especialmente los relacionados con la educación pública, continúan siendo ineficientes para proporcionar a nuestros estudiantes y ciudadanos los conocimientos para entender cabalmente el mundo y el entorno en el que viven y utilizarlos como herramientas para mejorar sus condiciones de vida.

El segundo es que las fallas de nuestros sistemas educativos limitan también el desarrollo de las capacidades y habilidades de nuestros estudiantes promedio para aprender, investigar, plantear y resolver problemas que requieren una adecuada identificación y procesamiento de información sobre diversas variables numéricas y cualitativas.

El tercero, y el más preocupante, es que en México no estamos capacitando a nuestros estudiantes y, por ende, a nuestra población, para que aprendan a pensar en forma estructurada y analítica.

El cuarto es que esa problemática ha prevalecido ya por muchas décadas, y que los ejercicios PISA nos muestran que, lejos de mejorar como lo están haciendo muchos países, en México, en la mayoría de los indicadores de desempeño, seguimos estancados e incluso retrocediendo.

El quinto, que es muy probable que en los próximos años ese retroceso se hará más intenso por la decisión del gobierno de la Cuarta Transformación (4T) no solo de cancelar la reforma educativa aprobada durante el gobierno anterior, sino de eliminar al Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE) y de entregar, una vez más, los hilos conductores de la educación pública al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), es decir, a los mismos responsables de que la educación pública de este país, se encuentre en las lamentables condiciones que prevalecen actualmente.

Talento en bruto para la industria
La historia económica que va del último tercio del Siglo XX hasta nuestros días es generosa en ejemplos de que los mejores enfoques estratégicos que pueden seguir las naciones emergentes para superar esa condición, son aquellos orientados a mejorar los niveles educativos y desarrollar las capacidades de su población, para aprender a aprender, para pensar en forma estructurada y, finalmente, para aprovechar y aplicar los conocimientos científicos en beneficio de su crecimiento personal y productivo.

Es ahí en donde nuestros sistemas de educación pública, sobre todo en los niveles básicos (primaria, secundaria y educación media superior) están fallando y, aunque la calidad de la educación mejora relativamente a nivel de la educación profesional, los déficits de conocimientos, capacidades y habilidades, acumulados en los ciclos anteriores, son un lastre que suele limitar la formación y el desarrollo profesional de una porción, más o menos amplia, de los estudiantes y egresados de los ciclos de educación profesional.

En muchas entrevistas con presidentes, directores y ejecutivos relevantes de las firmas automotrices globales que operan en los clústeres mexicanos, realizadas por el autor de estas líneas, estos funcionarios suelen mencionar, que la calidad de la fuerza laboral es buena en términos generales y especialmente en el caso de la fuerza de ingeniería, pero casi siempre agregan que su calidad podría ser mucho mayor si los sistemas de enseñanza del país pusieran más énfasis en el desarrollo de los conocimientos y habilidades en los campos de las matemáticas, de las ciencias aplicadas, de la solución de problemas y el dominio de uno o dos idiomas más.

Además de fortalecer la enseñanza en las áreas mencionadas, los ejecutivos sugieren incorporar a los sistemas educativos mexicanos la filosofía de la “educación dual”, un modelo de formación académica y profesional que propicia una mayor vinculación e interacción directa de los estudios con la práctica laboral, para que los estudiantes puedan “aprender haciendo” y entender de manera directa para qué sirven la ciencia, la técnica y los conocimientos.

Los déficits de conocimientos y habilidades en el personal seleccionado para laborar en las áreas operativas y administrativas, representan, para las firmas automotrices, la necesidad de invertir tiempo y dinero en actividades de capacitación intensiva para que el personal reclutado pueda dominar las capacidades requeridas antes deincorporarlo a las líneas de producción o a las actividades para las que ha sido contratado.

Por lo general, los funcionarios refieren que esos ciclos de capacitación suelen extenderse por periodos de un año en promedio, de ahí que, para asegurar la disponibilidad de personal calificado en sus operaciones mexicanas, casi todas las armadoras se han visto en la necesidad de invertir en la creación de centros de capacitación profesional y hasta universidades para apoyar las tareas de reclutamiento y formación de talento en territorio nacional.

Gracias a esas inversiones, realizadas directamente o a través de convenios de apoyo y complementación con los gobiernos estatales, universidades y con algunas de las instituciones tecnológicas del país, las OEM automotrices han conseguido elevar sustancialmente los indicadores de eficiencia, productividad y desempeño laboral de sus operaciones mexicanas a niveles muy cercanos a los más altos estándares y al estado del arte de esta industria a nivel global.

Estas experiencias de la industria automotriz demuestran que en México el talento no es un bien escaso, y el problema para nuestro país está en mejorar los sistemas educativos para ayudar a que los mexicanos puedan desarrollar y liberar todo su potencial cognitivo, productivo y profesional.

Desafíos y respuestas que marcarán el futuro
En el actual contexto y con los niveles de estancamiento educativo revelados nuevamente por el Informe PISA 2018, los mexicanos tenemos que reflexionar y responder con seriedad a la siguiente pregunta:

-¿Realmente aspiramos, los mexicanos y nuestros gobernantes, a superar la etapa de nación subdesarrollada y convertirnos en un país próspero capaz de jugar un rol importante en las corrientes económicas y tecnológicas globales?

Cualquier respuesta seria a esta pregunta, tendría que expresar cuando menos lo siguiente: Sí, la mayoría de los mexicanos aspiramos a convertir a nuestro país en una nación próspera y desarrollada. Sin embargo, una porción muy relevante de nuestros ciudadanos no parece estar plenamente consciente de los grandes cambios estructurales que se tienen que impulsar, ni de los enormes esfuerzos que se tendrán que realizar, tanto a nivel de la sociedad civil, como por parte de los agentes económicos y del gobierno, para lograr ese objetivo.

Prueba evidente de esa falta de conciencia, es que ni la sociedad, ni el mundo empresarial, y mucho menos el actual gobierno, están haciendo las tareas que les corresponden.

Si bien es cierto que la presente coyuntura ha impuesto los desafíos de superar las crisis sanitaria y económica, derivadas de la pandemia del coronavirus Covid-19, como los ejes centrales de la agenda pública y privada, y que esos desafíos permanecerán en el primer círculo de las prioridades estratégicas, cuando menos durante los próximos dos años, también lo es que la necesidad de impulsar la transformación estructural del país debería ser considerada de muy alta prioridad, por dos evidentes razones.

En primer lugar, porque la mega crisis actual está precipitando una serie de cambios que van a modificar sustancialmente los paradigmas sobre los que descansaba la dinámica económica local, regional y global, y por lo mismo debemos estar muy atentos a las nuevas tendencias que ya comienzan a imponerse sobre la forma de hacer negocios y sobre los mercados laborales y de consumo.

En segundo, porque ese acelerado ritmo de cambio tiene implicaciones más que serias para nuestro país y, por lo mismo, nos exige desde ahora el diseño de estrategias, políticas públicas, acciones decididas y un compromiso claro e inmediato por parte de todos los agentes involucrados para acompañar muy de cerca esos procesos de cambio y adaptar lo más rápidamente posible a nuestra economía y a la población para desenvolverse, lo mejor posible, en el marco de esos nuevos paradigmas.

La nueva ola de cambios ya está aquí, y aunque la contingencia sanitaria se encuentre en semáforo amarillo, naranja o rojo, tenemos que trabajar rápidamente para dotar a nuestra sociedad y población de los conocimientos, capacidades y habilidades para adaptarse y salir adelante de esta gran crisis que, ya sabemos, no será pasajera.

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