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El tratado T-MEC, el cual fue suscrito en noviembre del año 2018 por los tres países de la región de Norteamérica y que fue puesto en marcha en el año 2020, ha sido, hasta el momento, un reto de muchas aristas para cumplir y satisfacer los lineamentos inscritos y acordados en este convenio, en especial para nuestro sector productivo mexicano.
Este convenio comercial lo integran la primera economía del mundo (USA), la novena (Canadá) y la quinceava (México), que en suma forman un PIB de aproximadamente $27 trillones de dólares o $27 billones de dólares -12 ceros-.
Bajo este contexto, México ocupa la segunda posición en el intercambio comercial de 621 mil millones de dólares entre exportaciones e importaciones con nuestro vecino limítrofe del norte. Pero lo más interesante es que este tratado establece estándares de comercio entre diferentes niveles de poder adquisitivo, precios y costos en la región de América del Norte.
Una de las diferencias se encuentra en el producto interno bruto per cápita promedio de un norteamericano, el cual corresponde a 65,000 dólares anuales, mientras que el promedio de un mexicano es 9,000 dólares. Sin embargo, el análisis demuestra que existe una distribución de mayor peso en la pirámide de la población activa, con un valor menor de 5,000 dólares anuales.
Con base en estos datos, un americano promedio puede adquirir en aproximadamente 5 años una buena casa, un auto nuevo cada tres años, buenos servicios educativos y sociales, entre otros beneficios de su trabajo, es decir, un estándar de buen estilo de vida americano. En cambio, un mexicano difícilmente alcanzará durante su vida laboral estos estándares de vida.
¿Y entonces qué papel juega el T-MEC en el tema económico en nuestro país? Pues mucho, amigos lectores de Reportero Industrial Mexicano. Uno de sus impactos principales se acierta en el sector automotriz a través de la nivelación de pagos salariales que fomenta un nivel de competitividad de poder de adquisición a nivel regional -reducción de pobreza-. Pero además continúa impulsando la integración de productos fabricados dentro de la región buscando el 75 por ciento.
Recuerdo bien el objetivo para alcanzar el 56% de integración. Para ello, se implementó en el 2004 la estrategia de realizar eventos y sesiones de negocios a nivel nacional, conocidas como “Empresas Tractoras”, en donde los proveedores y compradores del sector automotriz intercambiaban requerimientos y servicios solicitados mediante el formato B2B (Business to Business).
Pero esto no fue suficiente. Se requirió también impulsar la tecnológica en la producción local, por lo cual se implementó la oferta de mercado de partes y componentes actuales y futuros para atraer empresas internacionales de primer orden y así cumplir con las necesidades de nuestro país. Con estas actividades y la contribución efectiva de los diferentes actores se desarrolló una cadena de proveeduría robusta y eficiente hasta nuestros días. Sin embargo, y de acuerdo a las nuevas reglas, estas estrategias implementadas no son suficientes para alcanzar las expectativas de la cadena de proveeduría en la región, en especial en nuestro país.
Para alcanzar entonces el 75% de contenido regional y cumplir con las exigencias tecnológicas, innovaciones, diseños, procesos avanzados de producción, altos estándares de calidad, entre otras exigencias del mercado, se requiere tener una faceta diferente, no solo con eventos de negocio B2B, sino con otras estrategias que involucren avances de trasformación tecnológica y digital, entre otros conceptos, que hoy desafortunadamente están ausentes, y que evidentemente fortalecerán a corto plazo la integración competitiva de México en el mercado productivo dentro de la región de Norteamérica y, en especial, en el cumplimiento del T-MEC.
Es importante visualizar y estar conscientes que el T-MEC es un acuerdo de reglas en beneficio económico de la región, las cuales deben cumplirse, pues México será uno de los más beneficiados, en especial este sector industrial, columna de valor agregado principal en el PIB mexicano.
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